martes, 8 de noviembre de 2011
¿Será la economía silenciosa la solución?
También conocida como ‘segunda economía’ no será probablemente, la panacea que arregle el mundo para salir adelante con la inmediatez que exigen las actuales circunstancias, pero sí será un gran estabilizador, un contrapeso en el futuro que ya tenemos aquí porque algo profundo está sucediendo con la tecnología de la información, de las redes sociales y el comercio en Internet. Algo más profundo, incluso de más calado de lo que en la Revolución Industrial fue el ferrocarril que en pocos años, transformó y cambió la economía del mundo trayendo trabajo y prosperidad. La diferencia es que si antes el tren hizo ruido -a los trenes se los ve venir-, hoy la economía silenciosa, la economía de la digitalización ha entrado sigilosamente, de forma automática e invisible y su tamaño y posibilidades de desarrollo son inmensas e inimaginables.
Hace solo veinte años o algunos menos, para despachar cualquier gestión cotidiana debíamos acercarnos a ventanilla y entregar la documentación pertinente a la persona que nos atendía que la registraba y tramitaba. Hoy día con una tarjeta de crédito o digital una máquina del aeropuerto en conversación’con otra máquina que a su vez conversa con un servidor que habla con un ordenador en otra parte del mundo, realiza todos esos procesos con tal eficacia y celeridad que en escasos segundos no solo disponemos del billete para irnos de viaje sino que en ese lapso de tiempo nos asigna asiento, cobra el importe del vuelo, establece las conexiones para llegar a destino, pasa por nosotros los controles de aduana, los de inmigración y un sinfín de detalles. Estas espectaculares herramientas que maneja esta industria anónima es igual de válida también para las mercancías, dice en un interesante artículo publicado por McKinsey Quaterly, su colaborador W. Brian Arthur.
La digitalización que forma parte de las modernas tecnologías de la información y la comunicación está teniendo un efecto altamente positivo en el producto económico, sobre todo de los países avanzados como EEUU, Europa y Japón. Su aplicación implica mejoras indiscutibles en los procesos de producción, aumentan la eficacia productiva, mejoran la gestión empresarial y personal y garantizan un importante ahorro de costes; por eso su implantación ha sido tan rápida y tan sigilosa; es la segunda economía, la de los procesos digitalizados que convergen, ejecutan y activan otras medidas de manera silenciosa en paralelo con la economía física.
Su ejecución es global y remota y su configuración no tiene fin, todas las cosas suceden en paralelo. Se autoconfigura, se reconfigura contantemente sobre la marcha lo que significa que también se autoorganiza, se autoconstruye a sí misma y se autosana. Se trata de un profundo cambio cualitativo que está trayendo la respuesta inteligente y automática a la economía. No se ve el límite a este progreso.
De vez en cuando -cada 60 años, más o menos- un bloque de tecnología nace y durante varias décadas, en silencio, casi imperceptiblemente, transforma la economía: aporta nuevas clases sociales en primer plano y crea un mundo diferente para los negocios. ¿Puede que hoy día, lenta y silenciosamente alguna tecnología esté transformando la economía sin darnos cuenta?
Efectivamente ya está sucediendo. Esta nueva economía, la de la comunicación inteligente que se encuentra bajo la superficie de lo que conocemos por economía convencional, es como un enorme sistema de raíces en una plantación de árboles. Por cada hectárea de árboles sobre el suelo, hay cerca de quince kilómetros de raíces por debajo, todas interconectadas entre sí escondiendo un sistema de raíces subterráneas invisibles de descomunal tamaño. ¿Cómo es de grande la segunda economía invisible? En menos de dos décadas la economía digital alcanzará el mismo tamaño que la economía física.
Pero no todo van a ser ventajas y parabienes. La aparición de un motor de crecimiento y de aumento de prosperidad como es este tiene sus inconvenientes como, en principio, una gran destrucción de puestos de trabajo. El progreso siempre se cobró sus víctimas en la piel de los trabajadores. La agricultura sufrió su transformación cuando pasó del arado a las cosechadores; los procesos fabriles también prescindieron de mano de obra. Hoy la economía silenciosa, la digitalización se la cobrará, se la está cobrando en el sector servicios en los despachos, en las ventanillas y los trabajadores de cuello blanco serán los nuevos parados en las colas de desempleo no solo en Occidente sino en India y China también. La recesión económica que está padeciendo el mundo y el goteo diario de los millones de puestos de trabajo destruidos son, entre otras cosas, debidos a la transformación digital.
Un aumento de la productividad, digamos, de un 2,4 por ciento podría significar que o bien el mismo número de personas pueden producir un 2,4 por ciento más o que podemos obtener el mismo rendimiento con un 2,4 por ciento menos de personas. Ambas cosas están sucediendo hoy día. Hoy no se necesita tanta gente detrás del mostrador de una aerolínea. Gran parte del trabajo sigue siendo físico. Alguien tiene aún que coger su equipaje y ponerlo en la cinta transportadora, pero es mucho el trabajo absorbido por el mundo digital y la respuesta de la comunicación inteligente.
Esta segunda economía que está en silenciosa formación -inmensa, interconectada y extraordinariamente productiva- está creando para nosotros un nuevo mundo económico. ¿Cómo nos adaptaremos a él? ¿Seremos capaces de adaptarnos? La forma en que nos beneficiaremos de ello y el beneficio que obtengamos es la tarea que tenemos por delante, asegura Brian Arthur en su artículo de McKinsey.
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