miércoles, 23 de noviembre de 2011

¿Qué ocurriría si la zona euro se rompe? Tres trágicos escenarios para una posibilidad


Ha llegado el momento de hacer frente a una verdad incuestionable: la posibilidad de que la eurozona se  rompa, o más bien que se desintegre, está creciendo a pasos agigantados. De hecho, después de los recientes acontecimientos en Italia, la probabilidad de que así sea está en torno al 40 por ciento, según asegura Martin Hutchinson en un artículo publicado en Money Morning.

Dice Hutchinson que si un país “de segundo nivel” como Grecia o Portugal abandonase la moneda europea, el efecto sobre la zona del euro sería manejable. La deuda de esos países es demasiado pequeña como para que se resienta el sistema financiero internacional. Sí sería considerable el efecto psicológico de su salida, aunque sólo fuese por la cantidad de dinero que otros países de la eurozona han empleado en sacarlos de apuros. Sin embargo ahora que el foco de los mercados se ha trasladado a Italia y España, la eurozona sí que está realmente con problemas.

Parte del problema es que  las autoridades europeas ‘’voluntariamente’’ trataron de rebajar la amortización de la deuda griega evitando así la activación en el intercambio de créditos incumplidos en circulación (CDS en sus siglas en inglés) por valor de  3800 millones de dólares. Por supuesto, esto causó una ejecución sobre deuda italiana, española y francesa porque los bancos, que pensaban estaban cubiertos con los CDS, habían comenzado a vender frenéticamente.

Los CDS no son buenos pero desde luego manipular el sistema  para invalidarlos es meterse en líos. Y hasta ahora, el único efecto conseguido ha sido un aumento considerable de  las probabilidades de  una ruptura de la eurozona, dice Hutchinson.

Francia, Italia y España son demasiado grandes para un rescate financiero y para que el  Banco Central Europeo (BCE,) simplemente imprimiendo billetes, compre su deuda. Si el BCE adoptase  esta última postura, sobrevendría  una hiperinflación. Además, la ridícula y pequeña cantidad de liquidez (10.800 millones de euros) que tiene el BCE no es en absoluto suficiente para abordar ningún rescate financiero como el que se necesitaría para cualquiera de estos casos.

¿Cómo sería una Eurozona desintegrada? Se pregunta el autor del artículo. Básicamente existen tres posibilidades, se responde. La primera y más limpia de ellas sería una división entre países "fuertes" de la zona del euro - como Alemania, Finlandia y Holanda - y países "débiles", como Italia, España y Francia. Grecia y Portugal no podrían siquiera estar incluidas en el grupo ‘débil’. Ello requeriría de una gestión política muy inteligente por parte de las autoridades europeas pero aún así, es bastante improbable.

Incluso si dicha división fuese bien ejecutada, tendría un efecto negativo en las economías afectadas. Supondría un coste muy elevado y perturbaría el equilibrio del comercio mundial. Aún así,  después de un año o dos de lento crecimiento, Europa se recuperaría y  otras economías europeas fuera de la eurozona, como Polonia, no se verían afectadas. De hecho, esos otros países  incluso podrían beneficiarse, ya que la desventaja en el comercio internacional provocada por las monedas pequeñas se vería disminuida.

La segunda posibilidad sería una desordenada ruptura de la eurozona derivada de la ‘fabricación’ de dinero. El BCE dejaría de cumplir con sus obligaciones y la deuda de la eurozona perdería la mayor parte de su valor. Obviamente esto significa que un período de inflación extraordinariamente alta, hiperinflación más bien, que podría conducir al  colapso total.

De hecho, una gran deuda pública puede ser eliminada con rapidez y  con suficiente  inflación, como descubrió  Gran  Bretaña  en el período 1945-75. Las deudas de la guerra se redujeron hasta un nivel manejable durante ese período, a pesar de una notable falta de disciplina presupuestaria. Por supuesto, los perdedores fueron los pequeños ahorradores que invirtieron en bonos del Tesoro y al final de ese período lo habían perdido casi todo.

Este punto de vista, el de  resolver los problemas de deuda  a expensas de la ciudadanía, en especial de los menos favorecidos, es especialmente vergonzoso, pero a los políticos no parece importarles ni entonces ni ahora. En estas circunstancias, deberían evitarse cualquier tipo de bonos, aunque no las inversiones bursátiles en países no miembros de la eurozona. Alemania se vería traumatizada por la inflación, los elevados impuestos y la destrucción de sus ahorros.

Por último, la tercera posibilidad surgiría de los irreductibles puntos de vista de la canciller alemana Angela Merkel protegiendo a los contribuyentes alemanes de rescates financieros y  a los ahorradores  de la inflación. En ese caso, país tras país dejarían de atender sus pagos y obligaciones y abandonarían la eurozona desordenadamente. El efecto de ‘riqueza negativa’ de los bonos  empobrecería a los países rebeldes y, además, los países de fuera de la eurozona sufrirían una creciente competencia de mano de obra barata.

Mientras tanto, Alemania y los otros países fuertes, como Holanda y Finlandia, no tendrían grandes problemas, equilibrarían sus presupuestos  y gradualmente reducirían  su deuda. Probablemente permanecerían en la zona del euro (o lo que quedase de ella) que, poco a poco  se fortalecería al desprenderse del lastre de las economías más débiles. Una fragmentación de la zona euro sería una muy mala noticia, no importa de qué forma suceda, asegura Hutchinson en su artículo de Money Morning.

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