miércoles, 23 de noviembre de 2011
¿Puede salvarse Italia? La compleja solución del Premio Nobel Michael Spence
Las alarmas son, cada día que pasa, más evidentes. Ya son muchos los analistas y expertos que se atreven a vislumbrar el fin del euro o, como poco, un descalabro generalizado que hará que tiemblen los cimientos de la nueva Unión Europea, tan débilmente asentados sobre la Vieja Europa. En esta ocasión es el Nobel de Economía en 2001, Michael Spence, quien fija su atención, y su sapiencia, en Italia, en un artículo de Project Syndicate reproducido por el estadounidense Council Foreign Relations.
Dice Spence que a medida que el nuevo Gobierno del economista Mario Monti vaya asumiendo el poder en Italia, crece lo mucho lo que está en juego, tanto para la propia Italia, como para Europa y para la economía global. Si hay dudas en las reformas, las finanzas públicas colapsan y persiste el crecimiento anémico, el compromiso de Italia con el euro disminuirá a medida que los costos derivados de permanecer en el Club de los Diecisiete, superen a los beneficios. La hipotética salida de Italia de la moneda común de Italia - a diferencia de países más pequeños, como Grecia – es una amenaza al corazón de la zona euro.
Italia es una gran economía, con un PIB anual de más de dos billones de dólares, reconoce Spence. Su deuda pública es del 120% del PIB, o aproximadamente 2,4 billones de dólares. Eso sin contar el pasivo de un sistema de pensiones que necesita ajustes significativos que reflejen el envejecimiento de una población más longeva. Como resultado de todo ello, Italia se ha convertido en el tercer mercado con mayor deuda soberana del mundo.
El aumento en el pago de intereses de su deuda está siendo una carga exorbitante y políticamente insostenible. Además, Italia debe refinanciar 275.000 millones de euros de su deuda en los próximos seis meses, mientras que los inversores, que buscan reducir su exposición financiera, están llevando el rendimiento del bono italiano a diez años a niveles prohibitivos: en la actualidad por encima del 7%.
La necesidad de refinanciar la deuda pendiente no es el único desafío. Los tenedores de bonos nacionales y extranjeros, especialmente los bancos, han experimentado pérdidas de capital, que han dañado sus balances, la disponibilidad de suficiente capital y la confianza. Los déficits comercial y de cuenta corriente son enormes y siguen aumentando, probablemente como reflejo de una pérdida de competitividad y productividad en relación con Alemania y Francia, dos de los socios comerciales más importantes de Italia. Por otra parte, el crecimiento económico ha sido lento en la última década y no da señales de acelerarse, lo que dificultará la reducción de la carga de la deuda pública, incluso con una consolidación fiscal.
Sin embargo, reconoce Spence, Italia tiene importantes puntos fuertes también. La deuda total (del gobierno, de los hogares, de las corporaciones no financieras y las instituciones financieras) están ligeramente por encima del 315% del PIB, una proporción similar a la de Suiza (313%), Francia (323%), Estados Unidos (296%), y Alemania (285%), según los valores de 2009. La deuda de los hogares es muy baja, menos del 50% del PIB. Por otra parte, un persistente modelo de ahorro doméstico, oscilante entre el 17% y 30% de los ingresos, significa que el poder adquisitivo de las personas y los hogares es mayor que en la mayoría de los países avanzados.
Eso no es todo. Los negocios y las industrias del centro y norte de Italia son eficientes, innovadores y están globalmente integrados. Los déficits presupuestarios se mantuvieron bajo control durante y después de la crisis, a diferencia de lo sucedido en otros muchos países desarrollados.
La crisis italiana llega en un momento de mucho riesgo para países clave (por ejemplo, una caída brusca en China, o un desempleo elevado persistente en EEUU). Al evaluar esos riesgos, es conveniente centrarse en tres variables: los recursos, la competencia y la voluntad. ¿Tiene un país los recursos suficientes para afrontar los problemas que tiene? ¿Tienen sus autoridades la experiencia y los conocimientos para poner en práctica las medidas que necesita? ¿Reconocen esas mismas autoridades la necesidad de actuar con decisión y determinación?
Los recursos son lo primero. Si los recursos son insuficientes, el resultado será malo, independientemente de la competencia o la voluntad, a menos que haya algún tipo de ayuda externa. Del mismo modo, la voluntad política es irrelevante sin competencia para llevar a cabo políticas efectivas.
Me parece –dice Spence-, que en varios casos importantes, entre ellos Italia, los EEUU y China, hay un escenario relativamente favorable y otro mucho menos atractivo, que se distinguen principalmente por la eficacia de las políticas adoptadas. A diferencia de Grecia, donde faltan recursos, estos países cuentan con recursos adecuados pero se duda de su competencia o voluntad política; o de una combinación de ambas.
Para Italia, eso significa que la salud de su balance consolidado, se puede utilizar en conjunción con las reformas y cambios en el sistema de pensiones para restablecer el equilibrio fiscal e impulsar el crecimiento. Ello requiere tres cosas: un programa de reforma integral que afronte directamente el desafío del ajuste; el respaldo político para desarrollar ese programa y tiempo para implementarlo de tal modo que establezca la credibilidad necesaria y reducir la prima de riesgo de la deuda italiana. A Italia le falta tiempo pronostica el Nobel de Economía.
Aunque se emprendan las medidas adecuadas, Spence resalta un último factor de riesgo. Es posible que la decidida intervención diseñada para evitar la subida del rendimiento de los bonos no esté próxima, debido a una preocupación en el núcleo de la eurozona, liderado por Alemania, que sostiene que una acción agresiva incondicional por parte de un prestamista de última instancia debilitaría la iniciativa –y por lo tanto la voluntad política– para llevar a cabo las reformas necesarias.
Es obvio que existe un problema en la secuencia: un compromiso que depende del avance de la reforma hará que los inversores privados vuelvan inmediatamente, ya que no reduce el riesgo percibido de los considerables obstáculos políticos a la implementación de las medidas necesarias. Solo compromisos audaces y en gran medida incondicionales, tanto de la Unión Europea como de Italia, pueden romper este peligroso impasse. Si falta cualquiera de ellos, el riesgo de un desmoronamiento secuencial de las finanzas públicas de la zona del euro y de una recesión de la economía global se mantendrá muy alto, asegura el artículo de Spence en el CFR.
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