The Economist analiza esta semana la tormenta que durante los últimos meses está afectando a los mercados financieros globales desde la perspectiva del inversor y dibuja un panorama bastante desolador.

Señala el semanario británico en 'Nowhere to hide' que sería mucho mejor para la economía mundial que los ahorradores invirtieran en acciones y bonos corporativos sin esperar tiempos mejores, pero no parece que esto vaya a ser posible mientras no se despejen las grandes incertidumbres en Europa y EEUU. Es otra razón más, afirma, para que los políticos actúen con determinación, porque ello supondría que los ahorradores sacarían su dinero de debajo de los colchones para invertirlo en activos productivos.