miércoles, 1 de febrero de 2012
El desacuerdo entre los gobiernos de la Zona Euro sobre la crisis genera desconfianza y perjudica a los contribuyentes
Siempre que hay una crisis
financiera, y sobre todo si es de características como la que el mundo sufre en
la actualidad, los desacuerdos entre países, gobernantes e instituciones surgen
siempre en el momento de decidir cómo se asumen las pérdidas. En el caso de la
crisis en la Zona Euro es más que evidente. Por ejemplo: la mayoría de las
reuniones, relativas a la deuda de Grecia, entre ministros de finanzas y
cumbres entre dos o más países que se han llevado a cabo han tenido un mismo
objetivo final que no es otro sino acordar cómo han de distribuirse los costes
de la gran debacle griega. Tales disputas entre gobiernos han provocado una
gran desconfianza entre los inversores, según asegura Stephen Fidler uno de los
más prestigiosos columnistas de The Wall Street Journal.
En las crisis financieras
modernas la mayoría de las discusiones sobre las pérdidas se producen en el
ámbito de las políticas internas de los países, pero en algunos casos
intervienen otros actores como el Fondo Monetario Internacional. En el caso de
la Zona Euro la complejidad de las discusiones sobre el reparto de las cargas
es evidente ya que son 17 países, con sus respectivos sectores público y
privado, los que intervienen como se ha podido comprobar a raíz del problema
griego.
En muchas de las reuniones es
importante la presencia, según relata WSJ, de los representantes de los
tenedores de bonos, liderados por Charles Dallara –del Institute of
International Finance-, un influyente lobby con sede en Washington que
acompañan a los representantes del Gobierno griego y a la troika institucional
que conforman el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea, un trío
que día tras día demuestra sus desacuerdos acerca del método más adecuado para
el rescate de Grecia.
El papel de Alemania sigue siendo
determinante, así como su posición más partidaria de la imposición de la
austeridad, en contra de la opinión de muchos de los más destacados economistas
de talla mundial, que de las ayudas directas. Y como siempre, y así los destaca
el columnista de WSJ, optar por la austeridad es sinónimo de traspasar el pago
de los costes de la crisis, como casi siempre, a los contribuyentes. Todo ello
acarreará perjuicios notables, por ejemplo, para el sistema de pensiones, entre
otras consecuencias.
Una opción más ecuánime sería la
compra de activos por parte del Banco Central Europeo para aliviar el monto de
la deuda. Pero como acaba de hacer público recientemente la canciller alemana,
Angela Merkel, su país –dominante en la Zona Euro-, sigue optando por la
austeridad, es decir, por que paguen los habituales. Lo que queda claro, según
el artículo de WSJ, es que las disensiones y las batallas sobre el reparto de
la asunción de las pérdidas están perjudicando a todo el mundo.
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